Testimonio 4
El día del sismo me encontraba en la calle de Cinco de Mayo y Eje Central, ahí permanecí después del simulacro conmemorativo, estaba apoyando la movilidad, la vialidad. Posteriormente comenzó el sismo y apoyamos a la gente que salía desesperada de los edificios. Ahí en Cinco de Mayo había muchas personas de la tercera edad, entonces mucha gente estaba espantada y no sabían a dónde ir, así que fue apoyarlas, ponerlas al resguardo en un área segura. Ya que se tranquilizó el movimiento empezamos a apoyar a la gente que estaba en crisis, hubo cristales rotos, polvo, tierra, mucha gente gritaba. Me dirigí al crucero de Hidalgo y Reforma para apoyar en la movilidad, sobre Puente de Alvarado, todo eso estaba parado, se solicitaban muchas emergencias y apoyos médicos por la radio; ese camino tuvo que ser a pie porque nada avanzaba. A medida que uno iba circulando la misma gente se iba acercando para pedir algún apoyo, se hicieron acordonamientos, se hizo un corredor en Hidalgo para que la gente cruzara de manera segura. Con lo que encontrábamos en ese momento realizábamos un acordonamiento, la gente era muy cooperativa porque estaban muy asustados, nos decían “díganos qué hacemos y los apoyamos”, entonces les dábamos las indicaciones y nos ayudaban.
Para ayudarlos a mantener la calma había que hablar con ellos, porque ellos se cierran en el miedo. Las personas de la tercera edad repetían mucho que “por qué dios nos castiga así”, ellas, repetían mucho esa frase, entonces pues ahí más o menos intentábamos explicarles, mire es que esto es un movimiento natural, usted está bien, no le pasó nada. Un ejemplo: en Cinco de Mayo una persona de la tercera edad era invidente, entonces ella decía “es que yo no sé ni dónde estoy, me ayudaron a salir pero…” la ayudaron, la sacaron a Cinco de Mayo y ahí la dejaron, cada quien corrió hacia un área donde se podía proteger de cierta manera, entonces esa señora entró en crisis, a ella le decíamos “usted está afuera del edificio, está usted a salvo” y ella decía “no, es que mi familia, mis hijos”, y nosotros “no se preocupe ahorita los vamos buscando poco a poco”. Ya se acercaron vecinos de la señora, le dijeron “señora, aquí está su hija, aquí su esposo”.
Nuestra manera de tranquilizarlos era explicarles que afortunadamente no habían tenido consecuencias en ese momento. Ya una vez que estaba la persona a salvo entonces los calmábamos, porque había muchas personas que necesitaban apoyo: eran mujeres, eran niños y personas de la tercera edad. La manera en que los calmábamos era decirle “sabe qué, mire tranquilícese, observe a su alrededor, mire que usted está bien, usted no sufrió ninguna lesión”. Había gente que había perdido el conocimiento, decíamos “mejor ayúdeme para que le explique a la gente por dónde circular sin que corra algún riesgo de pasar por el arroyo vehicular”, los invitábamos a que de alguna manera participaran con nosotros, entonces como se empezaban a ocupar en ciertas actividades, formaban cordones humanos, ayudaban con los sitios, el estar ocupados los tranquilizaba.
Por el radio salió la alarma para acercarnos a Álvaro Obregón, acudimos en moto, unos pedazos caminando otros en moto, nos dijeron que mejor nos fuéramos a la calle de Puebla, donde se había caído otro edificio. Nos dividimos en dos bloques, una parte entró por la calle de Sinaloa, otro bloque entró por la calle de Puebla. L primero que hicimos fue alejar a la gente y dirigirlos a un área segura. Inmediatamente, sin pensarlo, nos subimos al borde de los escombros, a hacer cadena humana, las piedras más grandes, las piedras que podíamos quitar, las quitábamos. Luego, luego, la gente nos dotó de cubre bocas, cascos, a veces era un casco de baseball, pero bienvenido era porque no teníamos nada. No teníamos espacio, momento para poder descansar, como era un laboratorio con material peligroso, tomamos la decisión de que ninguna persona civil se anexara al rescate. El olor es muy fuerte, hubo gente del Ejército que se desmayó por los químicos. Nos metíamos con el cubre bocas, cuando nos sentíamos muy mal, porque en verdad era insoportable rotábamos, y era muy estresante estar ahí porque la gente nos decía hay más personas abajo, hay gente que se quedó atrapada en el momento del sismo.
Rescatamos a dos personas, esas dos personas fueron las únicas que pudieron salir con vida. De ahí en fuera nadie pudo ser rescatado con vida a pesar de que día y noche estábamos sacando escombros, pero era demasiado, eran cuatro pisos, era el piso más la losa, el piso más la losa. Intentamos todo y no se pudo. Cuando se logra el rescate de las dos personas es un sentimiento que no se puede describir, porque uno como policía también es parte de la sociedad. A su vez uno piensa, si alguno de mis seres queridos, de mi familia estuvieran en alguna situación así, me gustaría que la policía, que la gente los ayudara igual, de igual manera. Afortunadamente no he estado en una situación igual, pero es un sentimiento que no se puede describir: la gente, la mirada con la que nos ve cuando ya está libre, cuando está liberada es algo que no se puede describir. Eso te da la razón y el motivo para seguirle, seguirle y seguirle, a pesar del cansancio, porque sí fue día y noche, ya después de dos días estábamos exhaustos, a pesar de que la gente se acercaba con agua, con chocolates. Ahí no podíamos sufrir de nada, nos trataron excelente, pero sí fue demasiado estresante. Y nos echaban porras, decían “ánimo poli, échele ganas”, nos ofrecieron todo. La verdad es que fue mucho el apoyo de la sociedad.