Uno de los personajes más conocidos de la literatura es Bartleby, un escribiente nacido de la imaginación de Herman Meville. A dicho personaje lo caracterizaban una serie de atributos particulares. Se desempeñaba como copista; es decir, transcribía escritos jurídicos de manera mecánica, sin intentar modificar nada. Su actuar iba acompañado de una negación del mundo. Distanciado de la realidad y de los otros, resguardado tras un biombo, se le facilitaba contestar ante cualquier petición de sus compañeros de oficina con un: “preferiría no hacerlo”.
El actuar de Bartleby parece similar al de muchos gobernantes, políticos y funcionarios encargados de las políticas de seguridad pública en México. Pasan los años y el ejercicio de gobierno de esos funcionarios se mantiene alejados de la realidad, negando el mundo; algunos incluso presumen de gobernar con base a otros datos.
Décadas de violencia crónica en el país han contribuido al surgimiento de académicos, consultores, organizaciones de la sociedad civil, funcionarios públicos y policías que han generado conocimiento valioso para mejorar las instituciones de seguridad pública. Cada que intentan acercarse a quienes padecen el síndrome de Bartleby en la administración pública, para sugerir estrategias basadas en evidencia, reciben la misma respuesta: preferiría no hacerlo.
Además de la negativa para aprender de otros, estos responsables de las políticas de seguridad se aferran a continuar replicando fórmulas fallidas, y asumen su papel de copistas de proyectos fracasados. Ofrezco dos ejemplos recientes, uno a nivel local y otro a nivel federal.
Hace unos días la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, anunció el aumento de la pena para robo de celular. A su vez, recientemente comenzamos a ver por la ciudad nuevas patrullas o al menos patrullas pintadas con nuevos colores. Una vez más, se está apostando al populismo punitivo y a la inversión en equipamiento para tratar de mitigar la violencia e inseguridad en la que vivimos los capitalinos. Varias son las opciones que tiene la secretaría de seguridad pública para lograr mejores actuaciones; una de ellas es la inversión en su sistema de desarrollo policial, la apuesta por la profesionalización de sus policías. Desde Causa en Común lo hemos sugerido varias veces; sin embargo, el titular en turno suele tener la misma actitud: “no niego, pero no hago”; es la versión mexicanizada de Bartleby.
A nivel federal el ejemplo emblemático es la Guardia Nacional, pues representa uno de los más grandes retrocesos para la construcción de policías profesionales en el país. Se destruyó la Policía Federal perdiendo tanto conocimiento y aprendizaje institucional, como a expertos en seguridad pública, todo por la decisión de “construir” (es un decir) una guardia supuestamente civil, pero integrada y comandada por miembros de las fuerzas armadas.
Al igual que las copias de Bartleby, la Guardia Nacional es una mala copia de una corporación militar y un coctel de malas prácticas. Es la vieja fórmula de crear una “nueva” institución anulando lo ya construido, sin hacer un análisis profundo de lo que se debe mantener. Eliminar el control civil de la que se pretende sea la principal institución de seguridad, pero además con serias deficiencias e insuficiencias en cuanto a su marco normativo, sus instalaciones, incluso en cuanto a sus uniformes.
No es que faltaran foros de discusión, diálogos y diversos intercambios en los que distintos actores debatieron y ofrecieron sus puntos de vista respecto de qué rumbo dar a las fuerzas de seguridad del nivel federal para consolidarlas como fuerzas civiles; no obstante, desde el Ejecutivo se respondió “preferiría no hacerlo”.
A pesar de lo accidentado que ha sido el nacimiento de la Guardia, no todo está perdido. El artículo séptimo transitorio del decreto que la crea señala que los gobiernos estatales deberán presentar un programa de fortalecimiento de sus policías estatales y municipales a más tardar en 180 días. A su vez, la publicación del nuevo modelo nacional de policía y justicia cívica contribuye a la apertura de un nuevo debate respecto al rumbo que deben tomar las policías de nuestro país.
La oportunidad para erradicar el síndrome de Bartleby de las políticas de seguridad pública se hace nuevamente presente. Es necesario reactivar el diálogo entre autoridades y ciudadanos para frenar la inercia de la militarización, y apostar nuevamente a la construcción y desarrollo de policías profesionales. Desde Causa en Común enunciamos algunas claves para la construcción de este nuevo camino, con la intención de que los políticos se animen a realizar una apuesta verdadera por la seguridad de los mexicanos y evitar así la puesta en marcha de fórmulas fallidas.
- Escuchar y aprender de los policías. Una gran lección de los intentos de reforma policial en el país es que los policías deben ser escuchados. Especialistas, académicos y consultores acaparan las mesas de discusión, mientras que los verdaderos expertos continúan tratando de resolver la problemática de seguridad en las calles. A pesar de las grandes irregularidades y deficiencias en las policías del país, las décadas de desarrollo de las mismas han dotado de conocimiento valioso e irremplazable a los policías que han estado involucrados en esos procesos. Es necesario recuperar el conocimiento “de calle” generado por las y los policías, así como apostar a que las instituciones policiales sean dirigidas por policías de carrera.
- Menos equipamiento y más recursos para los policías. Antes de comprar patrullas o poner más cámaras, es necesario que toda política de mejora de la policía tenga como eje a las y a los policías. La construcción y consolidación de esquemas de desarrollo policial que garanticen condiciones laborales dignas, formación, capacitación continua y posibilidad de desarrollo de una carrera dentro de la institución deben lograrse antes de continuar gastando en “fierros”. No por obvio hay que obviarlo: sin policías profesionales no habrá tecnología capaz de hacer frente al reto de inseguridad que tenemos por delante.
- Despolitizar las agendas de seguridad: Una de las limitantes más grandes para lograr políticas de seguridad a largo plazo, es la corta visión de los actores políticos con el síndrome de Bartlebys, pendientes de metas electorales y distantes de las necesidades ciudadanas. Para despolitizar las agendas de seguridad pública es necesario que se construyan espacios de diálogo entre autoridades y ciudadanos. La meta principal de estos mecanismos es el establecimiento de metas claras, acompañadas de indicadores que permitan medir avances o retrocesos en la transformación de las instituciones. Tenemos ejemplos de estos mecanismos: mesas de seguridad, consejos ciudadanos, foros regionales y nacionales; sin embargo, es necesario que dichas articulaciones no sólo no se abandonen, sino que se multipliquen, a fin de contrarrestar la desidia política que tiende a mantener el estado de cosas que hoy nos tiene postrados en materia de seguridad. Está claro que, sin un mayor involucramiento y un mayor sentido de responsabilidad ciudadana, el país no podrá construir nuevas opciones institucionales de seguridad, más robustas, más eficaces, más cercanas a las comunidades.
- Unir esfuerzos: El intercambio constante de experiencias permitirá erradicar el síndrome de Bartleby con mayor facilidad. Si algunos afortunados logran evitar que los operadores de las políticas públicas caigan nuevamente en el mal del copista, es necesario que otros ciudadanos conozcamos sus experiencias. Desde Causa en Común hacemos un llamado a las autoridades, ciudadanos y organizaciones interesadas en la mejora y profesionalización de nuestras policías, para que nos contacten a través de nuestras redes sociales para fomentar el intercambio de información y coordinar acciones en pro del rescate de las policías en México.
Si las policías en México siempre han estado en crisis, ahora se encuentran en riesgo de colapso, quizá irremediable si no actuamos a tiempo. El plural aquí es la clave. No se trata únicamente del gobierno federal, también de los gobiernos estatales y locales, de las organizaciones sociales y de la ciudadanía. Es misión de todos erradicar el síndrome de Bartleby para rescatar a nuestras policías. Apostemos a la experiencia y la evidencia generadas con rigor desde distintos espacios. Es tiempo de voltear a ver los “otros datos” que no han podido o no han querido consultar. No podemos aceptar nuevamente como respuesta un “preferiría no hacerlo”.